En la polvadera del
camino viejo,
la jaula de pollos
debajo’el charré,
un gallo en el eje
y un trote parejo
ibas por la tarde
del sol pangaré.
Tu vuelta en la
zona era calculada,
porque casi nunca
llegaste atrasao
y eras la alegría
de la paisanada
cuando en la
tranquera te vían parao.
Cuando daba el día
su último rayo,
pedías permiso para
desatar,
donde estaba
incluido pasto pa’l caballo
y el asao de oveja
que ibas a cenar.
Llevabas perfumes
para las muchachas;
peinetas, puntillas
o algún prendedor
y pa’ los mensuales
un par de bombachas,
tabaco, alpargatas
y jabón de olor.
Traías noticias de
tu itinerario
diez o quince
leguas de ese alrededor
que pese a
distancias era un vecindario
de amistades viejas
que tejió el favor.
Soportaste a veces
la broma guaranga,
otras el aprecio te
dio el parabién
y bajo la lona de
tu carrindanga
llevabas tus cosas,
tus penas también.
Dejando a los
chicos una golosina,
tu agradecimiento
sentado quedó,
o le regalabas una
prenda fina
a la paisanita que
te sonrío.
Turco mercachifle,
te alejaste un día
y en la polvadera
de la inmensidá,
te fuiste perdiendo
con la mercancía
trajinada y triste
de tu soledá.
Versos de Luis
Domingo Berho
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