domingo, 18 de febrero de 2018

MADRUGADA




Cuando el lucero se asoma
desflecando su melena,
cantan llenando la escena
las calandrias de la loma.
El viento, peinando, doma
la rudeza del juncal;
y en el extenso fangal
el silbón, como saeta,
abre a pico una jareta
que remata el pajonal.

Bajo el cardo, sorprendido,
un tero el silencio quiebra,
ahuyentando a la culebra
que intenta invadir su nido.
El biguá, que extraña el ruido,
sale del charco volando
y entre el bullicio, mirando,
un carancho indiferente,
se parece a un penitente
sobre las ramas, orando.

Por el sueño perseguido
y escrutando en derredor,
vela un martín-pescador
entre la paja escondido.
Con su rápido volido
pasan haciendo piruetas
las gallardas tijeretas;
mientras la nutria nadando,
deja una estela brillando
sobre las aguas inquietas.

De pronto, marcando el cielo,
se nota un punto borroso…
y un graznido sospechoso
pone en los ojos recelo.
En el rápido revuelo
del que ninguno regresa,
va cundiendo la sorpresa
que en su siniestra intención,
siembra arrogante el halcón
que vuela en pos de la presa.

Versos de Esteban L. Aradó

No hay comentarios:

Publicar un comentario