y de alambraos con
hilachas.
Y las mejores bombachas
se escaparon del
baúl.
El matungo era un
gandul
que estaba sin
hacer nada,
y ayunaba la
bandada
de gaviotas que en
montón,
hacían un blanco manchón
allá entre la
tierra arada.
Andaba en el desplayao
una bandada de
gansos,
que, aunque eran
bastantes mansos
las alas le habían
cortao.
No se habían
desengañao
de su fracaso en el
vuelo.
Y, sin despegar del
suelo
disparaban viento
arriba.
Y haciendo otra
tentativa
porfiaban en dir pa’l
cielo.
No gritaban ni los
teros,
ni los perros me
hacían fiesta,
porque dormían la
siesta
tiraos entre los
aperos.
Las chicas de
Ballesteros
en el sulky vi
pasar…
y lo pude divisar…
que era el menor de
los Britos,
que conversando a
los gritos
les galopaba a la
par.
La roja yema del
sol
la noche se fue
tragando
y su boca fue
ensuciando
servilletas de
arrebol.
Después apagó el
farol
de su brillo la
laguna
que, siendo la hora
oportuna
sosegada se acostó.
Y pa’ dormirse tomó
la pastilla de la
luna.
Y como quien
borronea
sobre un fondo
verde oscuro,
la noche, con poco
apuro
pintaba el campo
con brea.
Fumaba una
chimenea,
bostezaba el
cañadón
y el molino
rezongón
que adentro’el
tanque chorriaba,
era un gigante que
miaba
en un enorme
fuentón.
Versos de
Luis
Domingo Berho
No hay comentarios:
Publicar un comentario