(romance)
1
Señales de tiempo malo
se divisan a lo lejos
tras veinte cerros
plomizos
que están, sujetando
el cielo,
y cuando se cierra el
labio
del horizonte
sangriento,
tormentas de agua y de
muerte
se ciernen sobre un
ejército;
que está prendido en
fogones
sobre los lomos del
suelo.
2
Sólo a un hombre y, a
un caballo
se ha confiao el
salvamento,
es el Chasqui
Feliciano
que monta un pingo muy
güeno:
animal de nudos
cortos,
y de lomo bien
derecho,
de encuentros anchos y
juertes;
de vasos duros y
negros,
y que tiene en las
narices
triángulos de cuatro
alientos.
3
Hay confianza de ida y
güelta
en aquél gaucho
resuelto
que aprieta, si es
necesario,
a cualquier lomo su
apero;
que no lo atajan los
ríos,
ni pajonales, ni
esteros
y en la noche más
oscura
corta un rumbo, como
un tiento;
hombre capaz de llevar
un mensaje al mesmo
infierno.
4
Lo guasquea el
rejucilo
le brama muy cerca el
trueno
y él, alzando el cuello
duro
del poncho azul del
Gobierno
y echando pa’l lao del
agua
el ala de su chambergo
en un trote continuao
rendidor y tesonero,
es como un tajo a lo
largo
del territorio
desierto.
5
Hay clavao en el
paraje
un rancho con dos
afectos
que con manos
invisibles
le están tirando el cabresto;
y él piensa como güen
padre-
llegar aunque sea un
momento,
y cáir allí, de
improviso
¡cómo llovido del
cielo!
de aquel cielo sin
estrellas
con pechadas de
pampero.
6
Ya está allí. Por una
hendija
de rústica puerta’e
cuero
como fínísima hoja
de un gran facón
caronero
se está clavando en
las sombras
la luz de un candil a
cebo…
penetra, y al inclinarse
junto al duro catre’e
tientos
dos brazos, como dos
cintas
se le añudan en el
cuello.
7
Ella le dice muy
triste:
“La Virgen oyó mis
ruegos
pa’ que no muriera el
niño
sin agenciarle
remedios,
yo le he ligao el
piecito,
se está hinchando que
da miedo!
y tiene manchas
violetas
que deben ser del
veneno…”.
Y emprencipió la mujer
a lloringuear sobre el
lecho.
8
Hay dos caminos
tendidos:
uno al fortín… y otro
al pueblo,
como enormes
culebrones
en sentido casi
opuesto.
Dos caminos muy
tortuosos
interminables y feos,
cortaos por anchos
arroyos
y pajonales inmensos…!
engüeltos en barro y
noche
como dos presagios
negros.
9
Corta el gaucho la
visita.
Suenan de nuevo dos
besos,
y se pone cara a cara
con la noche y con el
viento.
Hay un deber y una
vida
en cruda lucha en su
pecho;
monta con
incertidumbre…
Un relámpago tremendo
le mostró los dos
caminos
y él, siguió por uno
de ellos.
10
Pasa un día. En los
fogones
de aquel gaucho
campamento
enredao en las
guitarras
anda un triunfo
montonero;
y allá, por los
maciegales
rumbo a un triste
cementerio,
escalando cerrilladas
cruza un humilde
cortejo;
es el Chasqui Feliciano
que lleva a su hijito
muerto.
Versos de Wenceslao
Varela
(uruguayo)