Antiguo galpón de
chapa
que entre una añosa
arboleda
está rodiao por las
rueda’
que buena parte te
tapa;
el óxido, con su capa
también te quiere
cubrir,
pero guapo a resistir
los rigores del
invierno
le haces pata’ncha al
moderno
que te quiere
sustituir.
Adentro de ese galpón
a un costao, está la
fragua,
la clásica tina de
agua
y la batea pa’l
carbón,
el fuelle, inmenso
pulmón
revive las muertas
brasas,
la bigornia con la
masa
pa’ moldear el fierro
ardiente
y pa’agarrarlo
caliente
al efecto, una
tenaza.
Allí trabaja Don
Juan,
herrero de profesión,
y en busca de
solución
por algún trabajo
van,
al hombre lo
encontrarán
porque es materia
dispuesta
a la mañana, a la
siesta,
no le incomoda el
horario,
de espíritu
voluntario
siempre a un auxilio
se presta.
El buje de un
carretón
con largo mango de acacio
también ocupa un
espacio
ya convertido en
pisón,
herramientas a montón
encontrará las que
quiera:
llaves, martillos,
tijeras,
guadañas, palas,
asadas,
todas bien acomodadas
como en taller de
primera.
Adorna el patio
campero
un arao con varias
rejas
y un par de
tranqueras viejas
sobre unos tarros
lecheros;
hay cuatro o cinco
esquineros
que dejó el
alambrador
y cerquita de un
tambor,
recostada en una
planta,
descansa una antigua
llanta
de muy delgao
espesor.
Se ve un sulki en una
orilla
con una vara quebrada,
que pronto será
arreglada
porque es tarea
sencilla,
entre opaca y
amarilla
se alcanza a ver
entuavía
una iscrición que
decía,
con letra de gran
ribete
arriba en el mojinete
el nombre de la
herrería.
Versos de Luis
Balbo
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