Como
Cipriano Amarante
no
he conocido platero.
Hijo
de tigre, nomás,
tenía
que salir overo…
Habilidoso
era el hombre,
y
de casta le venía,
por
nieto de portugueses,
maestros
en platería.
Siempre
tuvo inclinación.
De
mocito, ya pintaba.
Patente
se estaba viendo
que
el oficio le gustaba.
Pues
si un pingo relucía
con
el lujoso chapeado,
las
horas solía quedarse
mirándolo
embelesado.
Lo
primero que logró
-y
era todavía pollo-
fue,
con plata cincelada,
revestir
un chifle criollo.
………………………….
En
su taller trabajaba
en
un silencio profundo,
talmente
que parecía
estar
como en otro mundo.
Dele
al punzón y al buril,
y
allí nadie lo molesta.
Era
inútil conversarle,
porque
no daba respuesta.
………………………….
En
el crisol va fundiendo
-y
así atiende, mira y calla-,
más
pura que una doncella,
la
blanca plata granalla.
Después,
vigilando el fuego
con
enamorada espera,
el
refinado metal
vuelca
en una lingotera.
Le
da riendas a su antojo
y,
según su gusto y gana,
sacará
un mate, o un lindo
anillo
de filigrana.
…………………………..
A sus
manos de artesano
como
una virtud le baja.
Yo
no conocí platero
que
le sacara ventaja.
Por
mejor que los mejores
supo
brillar entre mil.
Codiciaba
sus chapeados
el
criollaje del Tandil.
…………………………...
Flores
salen de sus manos,
despacito
y sin apuro.
En
un pretal ha formado
un
corazón de oro puro.
……………………………
Lo
mismo cuando cincela,
con
fiebre de enamorado,
el
mate para la novia,
con
un corazón flechado.
O si
en el mismo dispone
-para
asombro de visitas-
que,
bien labradas en plata,
se
arrullan dos palomitas.
……………………………
Me
acuerdo cuando le hizo
a
Celestino Pujol
una
rastra de seis tiros
que
era más linda que el sol.
Yo
supe tener entonces,
para
mi dicha completa,
un
cuchillo que adornó
de
los de marca “Corneta”.
¡Ah,
platero habilidoso!
No
de balde se lo alabo,
pues
no tenía desperdicio,
desde
la vaina hasta el cabo.
Una
vez hizo un pretal
del
más bonito chapeado.
Era
como estrellerío
sobre
mi oscuro tapado.
…………………………….
Así
se estaba las horas,
atenido
a su quehacer.
Si
a veces, como en un sueño,
se
olvidaba de comer…
Guardo
como una reliquia,
entre
mis prendas mejores,
unas
riendas pura plata
de
bombas y pasadores.
Y un
freno de lo mejor,
que
no lo vendo por nada,
porque
son como un jardín
las
coscojas y barbadas.
Todo
salió de sus manos
con
humildad, sin desplante.
Porque
no alardeó de bueno
ese
Cipriano Amarante.
Y como
que ya es finado,
quisiera
volverlo a ver
en
una nube de plata
cincelado.
Puede ser…
Versos
de León
Benarós