Prenda de cielo
entablada
cobija de nuestra
gloria,
viviste toda la historia
de la contienda
pasada.
Emoción de la patriada
augusta, serena y
fuerte,
desde el nacer a la
muerte
nos diste calor de
nido:
fuiste blasón
desmedido
en el rumbear de la
suerte.
No puede nadie olvidar
que fuiste en
inviernos crudos
manto de mis gauchos
rudos
y techo para campear.
Nadie tendrá que alegar,
frente a tus dignos
blasones,
que fuiste en patrias
legiones
alero ante la tormenta
y escudo, cuando una
afrenta
insinuaban los
varones.
Poncho surero, en el
norte
llegaste hasta las
montañas
remozando tus hazañas
con tu donaire y tu
porte.
Aunque ahora no le
importe
al hombre desprevenido
que te va echando en
olvido
lo que fuiste en la
batalla,
oigo un rumor en tu
malla
que no es queja ni
alarido.
Es el arrullo capaz
de darse en nuevas
patriadas
sin que nadie en las
andadas
de flojo se vuelva
atrás.
Es el empuje tenaz
de una vibración
sonora
que marca el tiempo y
la hora
de una pasión
dominante
que añora, siempre
anhelante,
de la vida nueva
aurora.
Prenda de las
emociones
y las auroras rosadas,
te adoptaron las
indiadas
al verte en las
poblaciones.
Se enredaron los
facones
en tu urdimbre bien
tejida
y le salvaste la vida
a la patria, hecho
coraza,
para brindarle una
raza
que nunca será
vencida.
Poncho del norte o del
sud,
poncho de los
entreveros;
que nunca torpes
aceros
quiebren tu noble quietud.
Vive en tí la
excelsitud
de una estirpe
soberana,
la que nos llamó en la
diana
de las horas
memorables
y opuso el pecho a los
sables
para teñirte de grana.
Versos de José
Juan Bianchi
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