No
se ven las polvaredas
que
el viento las levantaba
cuando
alguna chata entraba
al
traquetear de sus ruedas,
vieja
pulpería que hoy quedas,
sometida
al cruel destino,
ya
nadie cruza el camino
andando
a cansino tranco,
ni
ingresa por ningún flanco
el
carro de algún vecino.
No
están atados los pingos
al
palenque de quebracho,
donde
llegué de muchacho
en
las tardes los domingos,
malos
vientos sin distingos
te
han azotado canejo!,
ya
no queda ni el reflejo
de
lo que vos fuiste ayer,
y
debo reconocer
que
yo estoy mucho más viejo.
El
tiempo con mano brava
-pero
quien se lo reprocha-
te
arrimó lejos la bocha
en
donde la cancha estaba,
y
en donde marcó la taba
la
suerte de cada cual
dejando
todo el jornal
sobre
la dorada arcilla,
hoy
la cubre la gramilla
entre
un silencio total.
Y
del patio en una orilla
se
eleva altivo el cardal,
y
en donde fuera el corral
ya
no espera la tropilla;
mi
recuerdo desensilla
hoy
que he querido volver
como
antes y vuelvo a ver
toda
tu imagen borrada
porque
ya no queda nada
de
aquello que fuiste ayer.
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