domingo, 21 de mayo de 2017

EL PONCHO TUCUMANO

En el rodar errabundo
con que mi vida desgrano,
tengo un poncho tucumano
como no hay dos en el mundo
ostenta el brillo profundo
de un poema evocador,
y es a su dulce calor
que ha consagrado el destino
mi arrogancia de argentino
y mi sueño de cantor.

Quién sabe qué de añoranzas
palpitan en él despiertas
con mis ambiciones muertas
y mis muertas esperanzas,
él sabe las acechanzas
que he sufrido, y los dolores;
y luce de mis amores
las pinceladas felices,
lo mismo que cicatrices
de citas, besos y flores!

Todo el doloroso arcano
de mi juventud palpita,
en la leyenda bendita
de mi poncho tucumano;
fue, y en decirlo me afano,
joya y abrigo en mi techo,
almohada para mi lecho,
pendón para mi moharra,
funda para mi guitarra
y escudo para mi pecho!

Aunque en su aspecto sencillo
por sus guapezas gloriosas,
luce cribas como rosas
dibujadas a cuchillo
un aborigen caudillo,
me lo brindó cierto día,
y es por eso que en la guía
de su tejido parece
que el alma indiana florece
y evoca la raza mía.

Cuando con voz conmovida
mis viejas nostalgias troncho,
parece que me habla el poncho
de mi mocedad florida;
ante él recobra mi vida
sus dulces evocaciones
y al medir las decepciones
que hacen pesada mi cruz,
son como abejas de luz
en sus flecos sus canciones.

Por eso cuando se aleje
y mi alma meditabunda
de la luz con que hoy inunda
el postrer rayo refleje
ansío que se me deje
besar su tejido indiano
y cuando mi cuerpo humano
yazga en la fúnebre caja
que se cosa mi mortaja
con mi poncho tucumano.


Versos de Generoso D’Amato

MI RECADO

Para algunos quizás valgas lo mismo
que un inservible pucho de cigarro;
pero en ese montón de jergas viejas
descansan mis recuerdos del pasado.

En un letargo están: pegüal, estribos,
encimera, mandiles, bolas, bastos,
sobrepuesto, bajera, cojinillo,
caronas, cincha, poncho y hasta el lazo.

Los bastos fueron para mí la almohada
cuando en la huella me toco hacer alto,
yo soñé con la aurora sobre ellos
con el aroma de la flor del campo.

El poncho fue cobija en esas noches
que te tocó acampar lejos del rancho;
colchón para mi cuerpo los mandiles
y el cojinillo que sentí tan blando.

Sin un adorno de metal siquiera,
la sencillez de todo lo que es gaucho.
hoy enredo tu nombre en estos versos
servicial y surero, ¡mi recado…!


Versos de Juan Carlos Pirali

viernes, 19 de mayo de 2017

DON PLÁCIDO

Pa’ decirles francamente,
el nombre no viene al caso;
allá todos lo conocen
simplemente por “Don Plácido” ,
¡hombre que bien mereció
haberse llamao “Don Santos”!
De haber nacido mujer
hubiera sido pa’ escándalo
y su nombre rodaría
hecho vergüenza en el pago,
todo, porque no sabía
negar favores, “Don Plácido”.
Cuando heredó “El Espinillo”
-de esto ya hacen muchos años-
lo primerito que hizo
jue cambiarle el nombre áspero
y ponerle “La Querencia”
-nombre que’stá convidando-
y que después los linyeras
se encargaron de llevarlo
pa’ que todo el mundo sepa
lo gaucho que era “Don Plácido”.
Cuando sus tres chacareros
se atrasaban en el pago
-porque a veces la cosecha
la sabe llevar el diablo-,
por no mandar desalojos,
ni andar con jueces ni embargos,
les regalaba semilla
pa’ que siguieran sembrando.
Eso sí, tiene un defecto
que no hay forma de curarlo:
nunca permitió que naides
juera a pedirle una mano.
Cuando los véia venir
ya los estaba sobrando;
y así como algunos otros
se agachaban pa’ cuerpiarlos,
él se ofertaba solito
pa’ evitarles un mal trago,
calculando que el pedir
debe ser muy, ¡muy amargo!
Prestó firmas a granel,
y dio más plata que el banco,
sin pedir un documento
ya que a juicio de “Don Plácido”
“eso es mostrar desconfianza”
y es por lo tanto un agravio
que lastima la amistad,
“que no cuadra entre dos gauchos”.
Y como no había papeles
que recuerden lo adeudado…
la mayor parte de aquellos
amigos se jue olvidando.
Pero "Don Plácido" mismo
se encargó de disculparlos,
diciendo “que de vergüenza,
al no cumplir, se alejaron”.
Y ahora, el pobre quedó solo.
Vive apenas. ¡Rajuñando
pa’ llevar con dignidad
lo que resta de sus años!
Como nunca permitió
que naides pida una mano,
calcula que algún amigo
se ha de ofertar pa’ cuartiarlo.
¡Y no sabe que con él
se acaba el último gaucho!


Versos de Boris Elkin

miércoles, 17 de mayo de 2017

ROMANCE PARA UN LADRÓN DE POTROS

La casaca azul del cielo
en noche tiñó su mallas
y le prendieron los astros
muchos botones de plata.

Al silencio, como a un niño,
lo tiene el campo en las faldas
y el frío corta las carnes
con los vidrios de la escarcha.

Con los arcos de los juncos
hieren su violín las ranas
y se han dormido los trinos
en los nidos de las zarzas.

El viento gime de frío
de frío lloran las ranas,
tiemblan de frío los astros
con frío temblor de lágrimas.

Tensa la luna en creciente
le tira flechas al agua,
flechas de luz amarilla
en sus cuernos afiladas.

Y el Uruguay lleva un largo
cansancio de eterna marcha
de tanto cargar la noche
desde el poniente hasta al alba.

Junto a la margen derecha
diez potros mojan sus patas
en la gran cinta viajera
oscura, celeste y blanca.

Diez potros todos tubianos
de cruzar noches lunadas;
negra de sombras los cuerpos
bruñida a luna las ancas.

Diez potros como diez vientos
arrancados de la pampa,
ebrios de salvaje instinto,
húmedos de selva gaucha.

El tropero trae a cuestas
el peso de cien jornadas
pero, encendido en el pecho
el candil de una esperanza.

Cuando venda los baguales
va a hacer milagros de plata.
Virtud que tienen los pesos
llegados a ‘manos santas’.

Al mayor de los gurises
le va a comprar alpargatas,
para que no haga descalzo
los mandados de la estancia.

Tricotitas, a los otros,
a su esposa, una frazada
y remedios al más chico
que, enfermo, dejó en la cama.

Un poncho para sus viajes,
bombachas, tabaco y caña,
que’s más invierno el invierno
cuando encuentra fría el alma.

Para no robar más potros
va a hacer milagros de plata,
porque le pesa el delito
como una cruz en la espalda!

¿Qué será de tus hijitos
si la corriente te arrastra
tropero de los diez potros
como diez vientos de pampa?

¡Tendrán más hambre, más hambre,
y más soledá en el alma,
tendrán más fríos sus cuerpos
y más angustias sus caras…!

Describe un círculo mágico
en el espacio una garza
de esos círculos que encierran
las tragedias ignoradas.

Y de la margen izquierda
-que ha enlutado la barranca-
le chista un ave agorera
de esas que anuncian desgracia.

Incansable se marean
remolinos de ondas trágicas.
Pero hay guardia río arriba
río abajo, también guardia.

Tejen mil manos, mil manos,
mortajas de espuma blanca
y hacen gárgaras las peñas
con el apuro del agua.

Un fogón de luna rota
arde del río en la entraña
y se levantan fantásticos
chisporroteos de plata.

Sigue la luna tirando
flechas doradas al agua
y hace borrones la noche
sobre la llanura pálida.

Hay en el frío más frío,
hay en la calma más calma
y en el lucero más brillo
más brillo de madrugada…

Porque atraviesa la noche
en el temblor de dos alas
al pico de las lechuzas
la mala nueva colgada.


Versos de Wenceslao Varela

domingo, 14 de mayo de 2017

SALADILLO TE NOMBRO

Saladillo con nombrarte
desborda mi sentimiento,
recorriendo tu campaña
me estremezco todo entero,
por ver a sol más puro
con su máximo elemento,
que purifica la sangre
y vivifica mi cuerpo,
como ese rayo de luna
que ilumina un tierno beso.

Trepida por mis arterias
un chisporroteo inmenso,
inmenso como el amor
que legaron mis ancestros,
porque sos luz de esperanza
con vestiduras de tiempo,
que alumbra desde la altura
al que lo acunó el respeto,
y maduró en tus entrañas
por fortalecer el cuerpo.

Qué hermoso cuando al llegar
respiro ese efluvio intenso,
con ese trinar de pájaros
que armonizan el encuentro,
el saludo del vecino!...
“-¿Cómo le va…? tanto tiempo…”
“-¿No pasa un rato a matear…?
medio ensillado lo tengo…” .
Y así cruzamos palabras
por festejar el encuentro.

Cómo no voy a quererte
paisaje de mis ensueños,
si tengo el alma contenta
porque en la sangre te llevo,
porque tienen tus praderas
reverdeceres eternos,
porque toda la vía láctea
nos cobija desde el cielo,
Saladillo, Saladillo…
el baluarte nuestro pueblo.


Versos de Rubén J. Garaventta

RECORDANDO

No preciso un gran lugar
pa’ acomodarme aparcero,
solo que tenga un brasero
o un buen fogón, pa’ yerbear,
y si se pone a la par
a escuchar mis cabildeos,
verá como yo lo veo
a ese gaucho que talvez,
nunca precisó de un juez:
gastó su vida en arreos.

Era como sesentón
cuando conocí al paisano
galopando por el yano
en su “Zaino” relumbrón;
yo apenas era un pichón
pero lo escuchaba atento,
cuando afloraba algún cuento
de yerras y camperiadas
y soportar la jornada
cuando arreciaban los vientos.

Tráiba en su mentón grabao
un barbijo como marca,
que media cara le abarca
y lo luce sin cuidao;
herencia de su pasao
de infinidá de entreveros,
algunos bastantes fieros
tratando de sosegar,
y otros tuvo que guapiar
por parar los bochincheros.

Era senciyo y baquiano,
era soberbia su estampa
que recorría la pampa
en su “Zaino rabicano”;
no lo paró ni un pantano,
deboró muchos caminos,
con su destreza imagino
de arriar y arriar “¡opa… opa!”
yevando unida la tropa
hasta yegar a destino.

Cuando tenía‘lgún arreo
nunca carculó las leguas,
por nada se daba tregua
en los guadales más feos,
me parece que lo veo
volver en su pingo airoso,
aunque haya sido espinoso
y duro el trajín, por cierto,
tráiba el corazón abierto
y el mensaje más hermoso.

Ansí transcurrió su vida,
sus pichones se volaron
y con su prienda quedaron
con una luz encendida;
dice a su vieja querida:
“-Aura tenís que aguantarme,
porque yo pienso quedarme,
otras changas tomaré
pero a su lao viviré
hasta el día de marcharme”.

Ansina vivió el resero
Rosendo Cervando Arroyo,
toda una estirpe de crioyo
siempre de vincha y culero;
el corazón por entero
lo daba, si fuera el caso,
porque siempre jue un pedazo
de nobleza y heroísmo,
sin reveces ni egoísmo
era un paisano machazo.

Y con las sienes nevadas
por el peso de los años,
cuenta las cosas de antaño
en miles de trasnochadas;
se le pierde la mirada
por los caminos lejanos,
silencioso los paisanos
van carculando su suerte,
porque de pronto… la muerte…
los ha dejao orejano.

Versos de Rubén J. Garaventta

martes, 9 de mayo de 2017

DÉCIMAS A MARTÍN CASTRO

Te conocí hace unos años
una mañana encendida
cuando arreabas en la vida
un tropel de desengaños.
Tu vocablo, nada extraño
plantado como un fortín
era verbo, era clarín
que me invitaba a la guerra:
pues reclamaba la tierra
los versos de Don Martín.

Intérprete y compañero
del paria y del desterrado
tantas veces condenado
por defender al obrero
abrazándote al madero
en tu sacrificio diario
forjaste un itinerario
con la pluma y con tu acento
enjugando los lamentos
que lloraba el proletario.

De viejo besé tus canas
con emoción y alegría
con el sol de tus poesías
iluminé mis mañanas.
La tremenda fibra humana
siento que no se apagó
más bien que se aquerenció
en ruedas de cien guitarras
porque habitas en la garra
del pueblo que te escuchó.

Por eso ‘patriarca criollo’
baluarte de nuestro suelo
presiento que desde el cielo
nos sigues dando tu apoyo.
Mi fibra se hace pimpollo
sintiendo de que cumplí
y que al hacerlo sentí
el cariño más profundo…
“porque canté en este mundo
unos versos para ti”.

Marta Susana Suint 

lunes, 8 de mayo de 2017

ENTRE EL MONTE Y LA LLANURA

En cada tiro de alambre
silba un estilo al pasar
al viento lo corta en tiras
las púas sin lastimar.

Entre varilla y varilla
se va armando un diapasón
al fondo en el esquinero
entre puntal y rincón
las telas de araña tejen
pentagramas de ilusión
con tres palabras sencillas
respeto, humildad y favor
que si le decís gauchada
va a quedar mucho mejor.

Cuando el rocío las moja
queriendo cumplir su rol
las gotas se vuelven perlas
por gracia y magia del sol
que le da su luz al monte
que le robó la oración
y el ave suelta su vuelo
buscando un día mejor.

El monte queda en silencio
pero hay vida en su interior
en cada planta de ceibo
resalta el rojo punzó
su flor es gota de sangre
que corre con gran valor
buscando un río de sueños
que la natura le dio.

Y a veces digo en silencio
que el tiempo tiene razón
y entre el monte y la llanura
galopa mi corazón.

Versos de Juan Carlos Gaffoglio
                      (El Cimarrón)

ENTRE PUENTE Y CLAVIJERO

Entre puente y clavijero
de mi surera guitarra,
como un jirón se desgarra
mi estirpe de guitarrero.
Es por eso que aura quiero
aprovechar el momento,
pa’  nombrar al instrumento
que mi vida conquistó,
y por siempre se quedó
ganándome el sentimiento.

Muchas noches me despierto
creyendo oír su rasguear,
repitiendo sin cesar,
el canto del Sur, no ha muerto.
Y se me antoja que cierto,
que verdá clara y bendita,
oyendo una vidalita,
una hueya, una milonga,
en el sentir se prolonga
toda la pampa infinita.

Cuantos años caminamos
los dos por la misma hueya,
apagando mil estreyas
cuantas veces trasnochamos.
Y hoy que para viejo vamos
se amontonan los recuerdos,
la vida en su paso lerdo
cada vez nos une más,
y en no dejarnos jamás
los dos estamos de acuerdo.

Por eso de cuando en cuando
en que me pongo a pensar,
y en silencio a cavilar
lo que he venido pasando,
dende atrás viene pechando
con toda su fuerza y garra,
buscando soltar amarras
este sentir guitarrero,
¡entre puente y clavijero
de mi surera guitarra!

Versos de Carlos A. Faga

LA PULPERÍA

No se ven las polvaredas
que el viento las levantaba
cuando alguna chata entraba
al traquetear de sus ruedas,
vieja pulpería que hoy quedas,
sometida al cruel destino,
ya nadie cruza el camino
andando a cansino tranco,
ni ingresa por ningún flanco
el carro de algún vecino.

No están atados los pingos
al palenque de quebracho,
donde llegué de muchacho
en las tardes los domingos,
malos vientos sin distingos
te han azotado canejo!,
ya no queda ni el reflejo
de lo que vos fuiste ayer,
y debo reconocer
que yo estoy mucho más viejo.

El tiempo con mano brava
-pero quien se lo reprocha-
te arrimó lejos la bocha
en donde la cancha estaba,
y en donde marcó la taba
la suerte de cada cual
dejando todo el jornal
sobre la dorada arcilla,
hoy la cubre la gramilla
entre un silencio total.

Y del patio en una orilla
se eleva altivo el cardal,
y en donde fuera el corral
ya no espera la tropilla;
mi recuerdo desensilla
hoy que he querido volver
como antes y vuelvo a ver
toda tu imagen borrada
porque ya no queda nada
de aquello que fuiste ayer.

Versos de Roberto G. Morete

viernes, 5 de mayo de 2017

YARARÁ

El sol repecha la cuesta
de aquella tarde de enero,
y hace hervir en su caldero
las entrañas de la siesta.
Ramón, luciendo una cresta
de sudor en cada poro,
brega bajo el fuego de oro,
y es el machete que erige,
la batuta que dirige
a las cigarras del coro.

Con la escoba se demora
barriendo junto al galpón,
y piensa, viendo al Ramón,
la Tomasa, su señora:
“¡Tiempo que al tiempo devora
y con su marcha nos hiere.
Todo nace y todo muere
entre pena y desengaños.
Si después de tantos años,
el Ramón ya no me quiere!

¡Fue fugaz la primavera
de nuestros hondos amores.
No alcanzó para dar flores
la pasión que nos uniera.
Hoy, no me mira siquiera;
habla poco; ya no hay risas;
el fuego se hizo cenizas
y solo soy en su vida,
buena para hacer comida
o para lavar camisas!”

Perdida en sus reflexiones
está la mujer ausente;
se mueve maquinalmente
sin calcular las acciones.
En tan duras condiciones
el pie desnudo levanta,
y en vez de apoyar la planta
sobre la capa del suelo,
pisa una sombra de hielo
que reptando se adelanta.

Hondas razones humanas
la paralizan de miedo,
y grita, al ver que en el dedo
la ‘muerte’ abrió dos ventanas.
Oye las voces lejanas,
lleno de angustia, el Ramón.
Es un alud; un ciclón.
Corre a la desesperada,
y de una sola mirada
comprende la situación.

“¡Jué la yarará maldita
y está lejos el dotor!
¡No hay tiempo! ¡Ayuda, Señor!
¡Mi mujer nos necesita!”
En un rugido le grita:
“¡Tomasa: güelva la cara!”
Y el machete que afilara
para apurar el trabajo,
mata a la ‘muerte’ de un tajo
y el dedo del pie separa.

El cauterio de una brasa
frena el flujo de la herida,
mientras de dolor transida
gime y llora la Tomasa.
Ramón, más calmo, la abraza
y dice con voz quebrada:
“¡Perdone la atropellada
pero es que nos vi dijuntos,
porque si no estamos juntos
la vida no vale nada…!

¡Y ahura, a pesar del dolor
y de que’s largo el camino,
al tranquito del barcino
noj vamo’a ver al dotor.
Y dispués, por este amor
que’n nuestraj almaj estalla,
volvemoj’a la batalla
los dos bajo’l mesmo techo…!”
Y la estruja contra el pecho,
la besa largo… Y se calla.


Versos de Héctor Pablo Robini