domingo, 22 de enero de 2017

LA CHUZA

En un rincón recostada
del gacho rancho barroso
duerme el sueño silencioso
de pobre cosa olvidada…
alguna mano bronceada
la revoleó en la contienda
y en la envestida tremenda
de los tapes montoneros
hendió pechos y abrió cueros
para escribir su leyenda.

Sirvió de asta a la divisa
que enarbolara un denuedo
y con ella bajó al “ruedo”
de la temeraria lisa…
La madrugada indecisa
la vio pasar cimbradora
dejando atrás a la aurora
en una loca porfía,
por ganarle a cada día
la libertad de una hora.

Galopeó a los cuatro vientos
las cuchillas entrerrianas,
fiel al toque de las dianas
y sumisa a sus acentos
tiritó en largos y cruentos
ambulares silenciosos
en inviernos tempestuosos
plenos de lluvias y escarchas
y se caldeó con las marchas
de veranos bochornosos.

Como un dedo del destino
marcó un rumbo al montonero
y lo llevó al entrevero
con furor de torbellino…
entre el polvo del camino
disimuló sus fulgores
y en los siniestros albores
de la república incierta
brilló el centinela, alerta
de sus gauchos resplandores.

En la historia abrió su trazo
limpio, nítido, implacable,
como el rastro perdurable
del costurón de un hachazo
cimbrando en el férreo brazo
de un criollo guapo y curtido
que embestía enfurecido
como un jaguar sanguinario
defendió su abecedario
y lo salvó del olvido.

Cuando en Caseros cargó
tras ella fue la victoria
aunque lo calle la historia
que siempre la despreció
nadie su triunfo cantó
y silenciosa y modesta
tornó a su arisca floresta
siempre siguiendo al gauchaje
que en las lides del coraje
con ella anduvo de fiesta.

Apuntaló la cumbrera
ya carcomida de un rancho
hasta que algún zafarrancho
lo convirtiera en tapera
sirvió de arco en la carrera
de sortija más mentada
y hasta anduvo soliviada
en la mano de un boyero
cuando corrió el derrotero
de una carreta cansada.

Olvidada en un rincón
duerme en un sueño tendido
como duerme en el olvido
nuestra criolla tradición;
amalhayando el varón
que la venga a despertar,
no para hacerla cimbrar
en lanzazo furibundo
sino para darle al mundo
en un épico cantar.


Versos de Arturo Berrotaveña

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