sábado, 31 de diciembre de 2016

BOYERITO

Gauchito de pocas pilchas
hecho a dormir en el suelo,
sin más almohada que el basto,
sin más colchón que los lienzos,
ni más calor que el calor
que a veces le dan los perros.
A la edad en que otros niños
se divierten con sus juegos
este gauchito ya sabe
cómo se para un rodeo,
cómo se ajusta una cincha,
cómo se piala un ternero.
A la edad en que otros niños
la mente llena de sueños,
creen en las hadas amigas
que velan siempre por ellos,
él se enfrentó con la vida
para ganar quince pesos
y pa’ aliviar a los suyos
con una boca de menos.
Chiquilín que a los diez años
tiene costumbres de viejo
y hasta monologa a veces
mientras desvira unos tientos.
Pichón de gaucho, curtido
por los azotes del viento
y el azote de otras cosas
con que se va endureciendo.
Incapaz de una aflojada
es duro en el sufrimiento
y se agranda en el dolor
“ojalá se esté muriendo”.
Lo mismo, cuando el patrón
injusto le pega un reto
se queda mirando fijo
mientras se muerde en silencio
para cerrarle las puertas
al toro que lleva adentro.
Chiquilín que nunca vio
ni a media legua un colegio,
¡qué bien dibuja la “O”
revoleando el lazo abierto!
¡Y qué bien hace el palote
cuando el azote certero
sobre las ancas vacunas
deja la marca en el pelo!
Gauchito madrugador
desayunado a luceros,
si no fuera por tus gritos
chicoteando a todos vientos,
el campo, que es remolón,
habría seguido durmiendo…


Versos de Boris Elkin

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