jueves, 22 de diciembre de 2016

A LOS GAUCHOS

Raza valerosa y dura,
que con pujanza silvestre
dió a la patria, en garbo ecuestre,
su primitiva escultura.
Una terrible ventura
va a su sacrificio unida,
como despliega la herida
que al toro desfonda el cuello,
en el raudal del degüello
la bandera de la vida.

Es que la fiel voluntad
que al torvo destino alegra,
funde en vino de uva negra
de la dura adversidad.
Y en punto de libertad
no hay satisfacción más neta,
que medírsela completa
entre riesgo y corazón,
con tres cuartas de facón
y cuatro pies de cuarteta.

En la hora del gran dolor
que a las historia nos paría,
así como el bien del día
trova el pájaro cantor.
La copla del payador
anunció el amanecer,
y en el fresco rosicler
que pintaba el primer rayo,
el lindo gaucho de Mayo
partió para no volver.

Así salió a rodar tierra
contra el viejo vilipendio,
enarbolando el incendio
como estandarte de guerra.
Mar y cielo, pampa y sierra,
su galope al sueño arranca.
Y bien sentada en el anca
por las cuestas que se empina,
le sonríe su Argentina
linda y fresca, azul y blanca.

Desde Suipacha a Ayacucho
se agotó en el gran trabajo,
como el agua cuesta abajo
por haber corrido mucho;
más, siempre garboso y ducho,
aligeró todo mal,
con la gracia natural
que en la más negra injusticia
salpicaba su malicia
clara y fácil como un real.

Luego, al amor del caudillo
siguió muriendo admirable,
con el patriótico sable
ya rebajado a cuchillo;
pensando alegre y sencillo,
que en cualesquiera ocasión,
desde que cae al montón
hasta el día en que se acaba,
pinta el culo de la taba
la existencia del varón.

Su poesía es la temprana
gloria del verdor campero
donde un relincho ligero
regocija la mañana.
Y la morocha lozana
de sediciosa cadera,
en cuya humilde pollera,
primicias de juventud
nos insinuó la inquietud
de la loca primavera.

Su recuerdo, vago lloro
de guitarra sorda y vieja,
a la Patria no apareja
preocupación ni desdoro.
De lo bien que guarda el oro,
el guijarro es argumento;
y desde que el pavimento
con su verdad sobrepasa,
va sepultando la casa
las piedras de su cimiento.


Versos de Leopoldo Lugones

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