sábado, 26 de noviembre de 2016

DON ROBERTO, EL RESERO

Señor de airón con divisa
y estandarte medieval
en castillo con almenas
y torre de homenajear,
y con pátinas de siglos
sobre el arco del portal,
marcando cuatro cuarteles
el escudo familiar…

Patrón de estancia en la pampa,
fogón y puerta imparcial
donde a nadie se pregunta
quién es, ni hacia dónde va…
Patrón de estancia con foso
y mangrullo para otear
y con su marca estampada
sobre el arco del portal…

Señor de mano pulida
luciendo en el anular
la sortija hereditaria
de reyecía feudal…
Mano de hombre de a caballo
la que saluda cordial,
la manija del rebenque
suspendida en el pulgar.

Jinete de sangre pura
galopando en Hyde Park,
o resero de novillos
sobre su criollo alazán,
desde el chambergo a la espuela
y de la espuela al pretal,
prestancia de señorío
y arrogancia gaucha al par.

Bien haya tu pecho amigo
que también supo acordar
guitarra de payadores
con los gaiteros del “clan”,
el “kilt” de los escoceses
y el flotante chiripá,
el “che” de la tierra nuestra
con el Mac de los Highlands…

bien haya tu nombre hermano,
que grabado debe estar
en algún mate de plata
o en la hoja de un puñal…
O bien tu golilla blanca
con la discreta inicial
de quien lo bordó en realce
“nunca te podré olvidar”…

Y así como allá en la pampa,
tras el duro trajinar
descansabas en tu poncho,
tendido en el gramillar,
tal quisiste Don Roberto,
dormir en la eternidad,
reclinada tu cabeza
en tu poncho balandrán…

Patrón del castillo Ardoch,
tropero de sangre real,
príncipe de poncho al viento
y el redomón alazán…
Sobre tu tumba en Escocia,
no me habría de asombrar
que hiciera nido un hornero
y que cantara un zorzal…


Versos de Bartolomé Gutiérrez

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