domingo, 30 de octubre de 2016

A SANTIAGO ROCCA

Entre lagunas y juncos
cerquita de un albardón
un criollo arrea el silencio
lleno de pena y dolor,
ahí va, camino a su estrella
con su “lobuno” andador.

Atrás quedó la querencia,
el Río Salado su albor,
reseros y madrugadas,
piales de ausencia y fogón
y un resuello acongojado:
los peones sin su patrón.

Se fue Don Santiago Rocca,
criollo, orejano juglar,
badajo de alegres sones,
paisano de este lugar.
El Patriarca de los Gauchos,
raza que no morirá.

Perpetua de tradiciones
su estirpe siempre será
mojón de patria y camino
en el ocaso frontal,
seguirá presto en la huella
al grito de “juera guay”.

Como un relincho del tiempo
el viento sur le traerá
recuerdos de estancia vieja,
surcos de pura amistad
Arolas y Mario Pardo
con el acorde final.


Versos de Raúl Trevisan

JAGÜEL

Como un mojón dividiendo
el presente del pasado,
que aunque fuerte y bien plantado
los años van carcomiendo…
desde lejos se está viendo
de un jagüel viejo, el crucero,
que’n en el centro de un potrero
fue la principal aguada,
donde hasta la hacienda alzada
caía en las secas de enero…

Nada tuvo que envidiar
el arroyo y la cañada;
él fue raudal y cascada
con su balde de volcar.
Él vio los años pasar
cargado de tradición;
oyó la conversación
del gaucho con la llanura
y lo rodeo de hermosura
Martín Fierro en su canción.

Él escuchó lo conciertos
de relinchos y mugidos,
de cencerros y silbidos
de jagüeleros expertos.
¡Y de los campos abiertos
como estima recibía
suspiros que transmitía
la soledad oportuna,
cuando en las noches sin luna
la tiniebla lo escondía…!

Él ayudó a engrandecer
a su primitivo dueño,
cuando forjaba en su sueño
el ansia de enriquecer,
y fácil es comprender
cuánto recuerdo allí flota…
mientras se escucha la nota
del chajá que’n lo alto cruza,
el grito de la lechuza
y el adiós de la gaviota.

Hoy que ya el molino a viento
y el tanque lo han substituido;
que no se ve concurrido
por el ganado sediento.
Su alrededor polvoriento
en un cardal se ha cambiado,
y en su crucero clavado
queda la roldana vieja,
simbolizando la queja
por el olvido en que ha entrado!

Versos de Charrúa

jueves, 6 de octubre de 2016

HACHANDO LOS ALAMBRADOS

1
Una tarde entre dos luces
de su zaino malacara,
se apeó frente del juzgao
Serapio Telmo Miranda;
era un gaucho alto, fornido,
con un sombrero de ala ancha,
blusa negra de merino
bombacha obrera, bota alta,
cinto tejido de tiento
y un largo facón de plata.
2
“-Vengo porque me han citao”,
dijo con cierta arrogancia.
“-¿Vos sos -repuso el alcalde-
Serapio Telmo Miranda?”
“-En nombre y apelativo,
el mesmo que viste y calza.”
“-Han llegado a mis oídos
mentas de tu mala fama,
que no hay alambrado alguno
que no le hayas metido hacha.
3
¿Cómo es que habiendo tranqueras
para entrar en las estancias,
cruzas por los alambrados
hachándolos a mansalva?;
esa sorda cobardía
no cabe en un alma gaucha,
no sabes que en esos campos
hay mucha hacienda baguala,
y vos los hacés camino
porque se te da la gana”.
4
“-Voy a contestarle al hombre
y a la ley que me demanda:
yo soy hijo de esta tierra,
un engendro de su entraña;
ella me formó en su vientre
y me acarició en su crianza;
palpitan en mi existencia
fibras de ombuses y tala,
de la sustancia del pasto
es la fibra de mi savia.
5
Y a cada alambre que estiran
compriendo que me separan,
del corazón de los míos
y se divide mi raza;
que de mi madre me alejan
y empiezo por añorarla,
pues los alambres lo agringan
y le transforman el alma,
los alambrados achican
el amor de Pacha-Mama.
6
Yo soy de origen indígena,
mi madre también indiana,
mi abuelo, mi bisabuelo,
hasta el nacer de la raza,
que engendrara el fecundante
vientre de la tierra incaica,
mezclada con la simiente
de la flora y de la fauna,
y todo cuanto madura
bajo la azul lontananza.
7
¿Cómo pueden vender, digo,
un retazo de mi pampa,
sin cometer el delito
de hacer una venta falsa?;
si la tierra no es de naides
¿cómo pueden negociarla?
De haber un dueño, es el indio
que es la tierra en cuerpo y alma,
después del indio no existe
más dueño que el sol y el agua.
8
Por eso es que con mi corvo
donde quiera me abro cancha
porque el intruso se empotra
entre los campos que alambra;
y cada alambre es un gringo
que el camino nos ataja,
y ya no queda un retazo
donde clavar una estaca
para que aten los caballos
los huérfanos de mi patria”.
9
“-Basta -repuso el alcalde-,
me has dado una lección sabia,
yo también soy argentino
y llevo un indio en el alma;
en los campos de batalla
abrí claro con mi laza,
al tropel de los baguales
en la larga guerra gaucha,
entre zumbidos de bolas
y entreveros de armas blancas.
10
Ya mismo, amigo Serapio,
monte sobre el malacara,
y entre a cruzar por lo suyo,
porque es suya la campaña;
desde el nacer de Ushuaia
hasta el confín de la Quiaca,
del pie de la cordillera
a las orillas del Plata,
y los rumbos que lo lleven
al corazón de la pampa.

Versos de Martín Castro