miércoles, 20 de mayo de 2015

DE FAMOSOS FESTIVALES

Mi paciencia no es la misma
de antaño, ni mi confianza
más renové la esperanza
“olvidando” lo que abisma;
así afronté la marisma
que imaginé de antemano
que fue ser contertuliano,
mediante el “Medio Oficial”
del “Grandioso Festival”
camuflado de paisano.

Y valga la aclaración
que se impone, por justicia:
no mezclo con la impudicia
a jinete, y tradición;
dirijo mi reflexión
a preguntarme indignado:
¿por qué tanto descarado
se encarama a lo genuino,
con su bagaje anodino
y su criterio menguado?.

Excluyo a la jineteada
de la crítica en cuestión
(pues no es “doma” la acepción 
de dicha depositada);
diferencio la charada
de aquello tradicional,
esa costumbre ancestral
nacida en la gauchería
y al que a todo desafía
sobre el lomo de un bagual.

Y si hay que puntualizar
en cuestión tan soberana,
dejo “lista la badana
para coser y bordar”;
tendrá sólo que opinar
aquel que tenga sapiencia,
más suficiente experiencia
y el deseo de aportar
para poder desbrozar
con respeto, y con prudencia.

Habré de opinar, empero
porque bien conozco el paño,
sobre ese “circo” tamaño
que se erige en cada enero;
esa suerte de loquero,
vidriera de lo liviano,
de lo aleve y chabacano
-salvo excepciones honrosas
que son perfumadas rosas
en el porcal de un marrano…-.

 Desmedidos “difusores”,
 “artistas” inescuchables,
 temas incalificables,
 sosos los “presentadores”;
¿los resultados mejores?:
 unos “palotes” apenas
 que en sucesivas escenas
 saltimbanquis “de a montón”
 aportan al culebrón
 sin “culpas, glorias, ni penas”.

 No escapa a mi comprensión
 el “negocio” que propone
 ni “la chapa” que supone
 tal escenario, ramplón;
 al final todo es cuestión
 de ser... medio decidido,
 un “padrino” conocido,
 un “tonito” pegajoso,
 un gusto medio dudoso
 y el aplauso comedido.

 Más como yo tuve en suerte
 apreciar lo conceptual
 del canto tradicional
 ¡no habré de aceptar su muerte!;
 y no dejaré que, inerte,
 lo mancille cualquier tonto,
 es por ello que confronto
 aunque es desigual la lucha
 y al no esconderme en la cucha
 a lo que venga…¡lo afronto!
                                             (01/2015)

Versos de Jorge Danilo Vega

                      “El Azulero”

sábado, 16 de mayo de 2015

RECADO

Tal vez alguno diga
que yo me alabo
y qu’eso de alabarme
no es cosa’e gauchos;
pero a mi se me ocurre
que no ha pecado
quien habla de su apero
como yo hablo.
¡Venga, mi amigo gringo;
venga a mirarlo!
Y si usté me asegura
que allá en su pago
se luce algún apero
como el recado,
¡por la cruz de mi acero:
se lo regalo!
No miremos la plata
que hay en los bastos
ni ese poquito de oro
que no hace al caso:
miremos el apero
¡limpio! ¡pelado!
(¡Que así se ven las cosas
que valen algo!).
Acá va la encimera,
la cincha, el basto,
los mandiles, las matras,
pegüal y lazo;
cojinillo, carona,
carpincho u chancho,
boleadoras y estribos,
rienda y bocado.
Con ese apero tiene
nuestro paisano
todo cuanto precisa
pa’ su trabajo.
En la marcha, le ofrece
su lomo blando;
cuando el hombre se apea
para un descanso
el recado se arrolla
y hace de banco.
Y cuando al fin la noche
les manda un alto
y es preciso tenderse
bajo los astros,
el recado se estira;
se pone largo
y su dueño se duerme
como en el rancho:
¡la cabeza en la almohada
que le hace el basto!

¡Venga, mi amigo gringo,
venga a probarlo!
Y si usté me asegura
que allá en su pago
ha visto algún apero
como el recado,
¡por la cruz de mi acero:
se lo regalo!


Versos de Boris Elkin

miércoles, 13 de mayo de 2015

LAS AVES QUE HICIERON NIDO

Las aves que hicieron nido
en árbol de hojas cargado,
lo miran desconocido
cuando lo ven deshojado.

Vestido de verdes hojas
todo árbol es muy hermoso.
Pero que triste y penoso
cuando el tiempo lo despoja.
Porque perdiendo sus hojas
ya no es quien antes ha sido.
Ni las sombras que ha tenido
tiene para aquel entonces,
y tal vez no lo conocen
las aves que hicieron nido.

Cuando un árbol libre goza
de sus hojas permanentes,
vienen aves diferentes
y anidan en él gustosas.
Allí viven cariñosas
teniendo su gusto empleado;
esto lo tengo mirado
un ave por ruin que sea
hacer su nido desea
en árbol de hojas cargado.

Un árbol sin hojas, sabe
el tiempo en que se marchita
y el propio tiempo le quita
lo que otro tiempo le dio;
y cuando seco se vio,
las aves que hicieron nido
y también las que han nacido
al abrigo de sus hojas,
como el tiempo lo despoja
lo miran desconocido.

Un árbol sin hojas, sabe
el tiempo en que reverdece,
y luego que su hoja crece
vuelven otra vez las aves.
Allí trinan cantos suaves
porque se halla en buen estado.
Se vuelve a quedar postrado
si el tiempo le hace perjuicio,
entonces no le han juicio
porque lo ven deshojado.


Versos de Autor Desconocido