lunes, 30 de diciembre de 2013

ÑANDUBAY

Representa crecer con sacrificio:
despacio, muy despacio;
como si el cielo le pesara encima
y tuviese que dirlo rempujando.

Por eso es que las ramas se le tuercen
y no se van muy alto.
Del hacer tanta juerza, desde chico,
se cría duro, seco y desformado.

Mirándolo de golpe es medio feo
naides lo ha de estimar por la presencia,
parece que su cuerpo es todo ráices
y que al revés se acomodó en la tierra.

Pero, que linda fibra! Puro nervio!
Poder y resistencia!
Ha de ser mucho el árbol
cuando las uñas al jaguar le mella!

No precisa cuidáos. Por ser sufrido
lo que padezca no le importa a naides,
y ansí lo miran como a cosa bruta
que ni el provecho que le sacan, vale!

Lo alambraos lo llevan
en guerrillas de postes
que aguantan años, en las líneas, firmes,
peleando al tiempo en interés del hombre!

Le tengo simpatía,
porque es todito corazón. ¡Por eso!
Porque es hecho a rigor y es sano, de alma!
Y hasta viviendo mal tratao, es güeno!

L’hacha, el fuego, el progreso,
lo van exterminando…
La última seña que dará de vida
será, un humito que se va de un rancho…

Quizás que al mesmo tiempo
piense, junto al fogón, algún paisano:
“La última astilla’e Ñandubay”,
y sea también l’último gaucho!...

Versos de Romildo Risso
                   -uruguayo-

viernes, 13 de diciembre de 2013

PATIO CRIOLLO

Bajo la alegre mañana
que desparrama su gozo,
ensaya versos al pozo
la cantadora roldana.
Un cielo de porcelana
prende en el día su rosa;
y junto al brocal la moza,
al mirarse en el reflejo,
piensa en el único espejo
que le dice que es hermosa…

Perfumando, los cedrones
están del patio a lo largo,
donde a veces, sin embargo,
suelen brillar los facones…
Sus más alegres canciones
allí los zorzales dan;
con incomparable afán
la abuela al niño adormece,
y en el hornito se cuece
el bien amasado pan.

En el alambre tendido
el viento bate los trapos
entre el cantar de los sapos
junto al cerco florecido.
El chingolo entristecido
da en el sauce su canción;
y hacia un lado del fogón,
están, por buena ventura,
sancochando rica achura
las ollas del chicharrón…

En un continuo cantar,
bravo, el gallito se encela,
y la puntiaguda espuela
acusa ansias de pelear.
El buen grano triturar
se oye, afanoso, al mortero.
Y, el moño en el clavijero,
en criolla actitud bizarra,
colgando está la guitarra
de una caña del alero.

En la tranquera, ensillado,
y goteando espuma roja,
tascando está la coscoja
un obscuro bien plantado.
Flexible lazo trenzado
cae del pingo sobre el anca,
y avasallando la tranca
desátase a relinchar,
la tropilla al divisar
sobre la verde barranca.

El bravo perro guardián
desde unas matas enseña
a la gente lugareña
sus dos ojos de Satán…
“¡Por aquí no pasarán!”,
grita con obstinación,
que por cuidar al patrón
nunca cesa en su ladrido,
y en las moscas, al descuido,
afila su tarascón.

Bajo el sol que quema fiero,
en el vecino corral,
con hondo amor maternal
lame la baca al ternero.
Revolando el terutero
cruza del patio a la orilla;
la mariposa amarilla
préndese a la abierta flor,
y el viento trae el olor
del trébol y la gramilla.

Canta en el ombú frondoso
que amoroso el rancho ampara,
la cigarra de voz clara
el año lindo y dichoso.
Hunde el sauce, pesaroso,
sus ramas en el canal,
y como un canto triunfal
modulado en un alarde,
suena al morir de la tarde
la guitarra nacional.

 Versos de Julio Díaz Usdandivaras

viernes, 6 de diciembre de 2013

LA NAZARENA

Lauro era rubio y ágil como el puma.
Se lo dieron a mama. Lo crió ella.
Los dos usamos una sola cuna.
Los dos juimos en ancas a la escuela,
nos arrastró a los dos una divisa,
nos balaba a los dos una querencia…
y el día que el amor nos puso alas
nos chamuscamos en la misma estrella!

Eramos carne y cuero, Cruz y Fierro:
un poncho, un mate amargo, una estribera…
Amigos! esas dos manos que junta
pa’ rezar un bendito, la cumbrera;
el ñudo potriador de dos varones
que cuanto mas lo estiran, más se aprieta!

Pero el diablo no quiere cosas puras
y nos enamoramos de una prienda
que tenía los ojos pestañudos
y dentradores como dos espuelas.
Lauro la llamó Rosa
y yo, la Nazarena.

Me la quiso dejar, salió una noche…
Se la quise dejar, gané la ausencia…
Y no se pudo; peludió la yunta
en el tembladeral de su tranquera!
Nacidos pa’ querer a dos orgullos,
dentramos a sufrir con dos bicheras
y ansí se nos enanca un odio viejo,
un odio de venao y de crucera.

No lo pude peliar; mama vivía,
y éramos uno pa’ esa criolla vieja…
Sonréibamos los dos, mascando fuego,
Ataos, codo con codo, a la prudencia.
Por el “Puma” y por mi, gruñe el amargo…

Un día se nos arde la pacencia:
hay un “venite!”, un revoliar de ponchos,
un rechinar de filos, una trenza…!
Se nos cruza mi madre y con su llanto,
nos apagó la brasa de las crestas.

Después salimos con divisa y lanza;
porque pa’ suerte, reventó la guerra.
Vamos a jugar a cara o cruz la vida,
en la primer pelea:
uno se ha de quedar con los caranchos
y otro con Nazarena.

En las noches azules de sereno,
Lauro no duerme por pensar en ella
y yo, sobre el recao lleno de abrojos,
voy pitando hasta el pucho, la pacencia …
Un: “Carguen!” nos sacó del purgatorio
a púa y a clarín, lanza y sotera.
Yo deseo su muerte y él mi muerte.
Y zambullimos en la polvareda…
Volvimos unos pocos esa noche;
pero el “Puma” está allí, no duerme, piensa,
mientras yo en el recao no enriedo el sueño
por más que sigo dando güelta y güelta.

Y una tarde, nos sacan en redota,
con los pingos charquiaos por las paletas.
Vienen cerquita, errándonos trabuco.
Apuran, nos alcanzan, revolean…
y los tres puños de las boleadoras
zumban en el carpido de las güeyas.

En eso rueda un flete: es el del “Puma”.
Cae parao. Pa’ morir. Ni me doy güelta!
Por fin, se va a quedar con los caranchos
y yo, con Nazarena…!
No se pudo! Algo toro, algo que sale
del pecho de mi madre o de mi tierra,
me hace sentar el flete en los garrones
y hundirlo en la tormenta!
Golví  pa’ cáir con él, en Cruz y Fierro,
pa’ salir enancaos en una décima,
pa’ mirar en los ojos a la gaucha
que rezó por los dos en mi tapera!
Y lo saqué nomás!

Callaos y tristes
nos vamos acercando a la tranquera
de la mujer que Lauro llamó Rosa
y yo, la Nazarena.
Allí el “Puma” me dijo de a caballo,
cuasi al cerrar el alma y las espuelas:
“-Yo sigo con la vida que me diste;
vos casate con ella.

Versos de Yamandú Rodríguez
                         (uruguayo)