Ese “alazán” nunca sirvió pa’ nada.
Tiene el pelo nomás: un baño de oro
que ande lo friegue contra un pingo guapo,
se descascara y le aparece el plomo.
No le gusta el camino. Agatas muento,
ya sale medio loro,
mostrándole los dientes a la cincha;
y ande le cierro espuelas, flaco y todo
se arrastra a bellaquiar, porque conserva
su dinidá de potro…
A mi sufre; pero hasta áhi cerquita…
No vaya a creer! Si me le arrimo’e pronto,
ya le dentran calambres en las patas.
Tengo que hablarle, sabe? y con güen modo:
“-Soy yo “Don Alazán”, vengo’e visita…”
Si no me atraca diente, igual que a todos.
Y hay mucho maturrango con espuelas…
Me lo piden… se ráin… no creen en potros.
En una, por probarse que son gauchos,
le apretan el botón de los corcovos;
pierdo el recao y, a lo mejor, Dios sabe
si no paso esa noche en un velorio…
Por eso, más que nada, hace dos años,
se lo vendí a un tropero, un hombre criollo…
Cuando se jué, ya me borró el olvido
a ese mestizo de tortuga y potro…
No había pasao una semana de eso
cuando un día me asomo,
y encuentro a mi “alazán” en la portera,
chupao de sé; pero soplao de abrojos.
“-Golviste!” y me pasaba por la mano
el hocico sedoso.
“-No sos
tan desmadrao, matungo viejo,
tenés el
pelo y la memoria de oro…
Se me
caso una hija y nunca ha güelto.
Crié un
muchachón, que no golvió tampoco
y este
pobre animal, galopió leguas,
sin
tomar agua, pa’ golver más pronto.”
Me dentró una vergüenza! Era un amigo,
y lo vendí por un puñado de oro!
Montao en él juí a devolver los pesos.
El otro dueño comprendió; es un criollo.
Y lo truje, pa’ siempre a su querencia.
Vino bufando: pero alegre y todo,
si lo pincho, áhi rompemos amistades;
porque él conserva su altivez de potro.
Versos de Yamandú Rodríguez
(uruguayo)